Arquitectura y Urbanismo

“Carbono Azul de Guayaquil: Reconocimiento Global y Generación de Ingresos” by Stephen Forneris

Guayaquil se asienta sobre una alternativa inexplorada que podría posicionarla como líder mundial en créditos de carbono y generarle ingresos económicos. Este mercado, en rápida expansión, es impulsado por la urgencia de combatir el cambio climático y representa una oportunidad única para capitalizar los abundantes ecosistemas de manglares de la ciudad.

Mientras las emisiones globales aumentan, gobiernos y corporaciones buscan compensar su impacto. Aunque reducir la producción de carbono es el objetivo, ciertas actividades no pueden eliminarse. Así, los créditos de carbono se convierten en una vía estratégica. Las grandes corporaciones invierten en estos bonos para alcanzar la neutralidad, financiando proyectos de captura.

En este escenario, el “carbono azul” es la solución natural más eficiente: corresponde al carbono almacenado en ecosistemas marinos, especialmente manglares, que capturan cuatro veces más que bosques equivalentes. Guayaquil, rodeada por 130.000 hectáreas, posee un activo capaz de generar ingresos y, a la vez, aportar significativamente a la reducción global de emisiones.

Un análisis de María José Ayala Mantilla, experta de USAID, mostró que un proyecto de 100 hectáreas, con un promedio de 15 toneladas por hectárea al año, podría capturar 30.000 toneladas en 20 años, de las cuales entre 24.000 y 28.000 serían comercializables. Bien gestionado, generaría entre $200.000 y $500.000, además de empleos locales. Para dimensionar: 30.000 toneladas equivalen a la huella anual de 2.300 hogares, 406.000 vehículos o 58.000 barriles de petróleo.

Consolidar un programa de este tipo, transformaría el perfil global de Guayaquil, creando un nuevo sector de industria verde y atrayendo turismo sostenible, inversión en tecnología y alianzas internacionales. Sin embargo, existe un obstáculo: la Constitución prohíbe beneficiarse de los recursos ambientales, limitando proyectos que podrían mejorar la preservación y generar ingresos sostenibles.

Enmendar estas restricciones permitiría desbloquear capital internacional y potenciar la conservación. Para ello, un estudio de factibilidad resulta un paso estratégico. Aunque cada proyecto individual no sea transformador, el impacto acumulado sí lo sería.

Guayaquil tiene la oportunidad de convertirse en referente del carbono azul, combinando desarrollo económico con liderazgo ambiental global. La cuestión no es si la oportunidad existe, sino si la ciudad y país reconocerán el potencial que yace en sus manglares.

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